sábado, 27 de junio de 2015

Caída horizontal.

No me estoy hundiendo. No me ahogo dentro de mí misma.
El orgullo es difícil de perder pero ¿qué pasa cuando se recupera? Cuando el "te quiero" pasa a ser "me quiero...", y no va seguid de un " ...morir" también nos caemos un poquito. Pero un poquito a 423 kilómetros por hora, exactamente la misma velocidad que llevaba el tren que nos unía, pero esa es otra historia.
Me estoy cayendo, pero me caigo en horizontal porque no me hundo. No se si me caigo hacia mí, hacia ti o lejos, pero ya he tropezado. Y de aquí al final es todo
Caída

miércoles, 17 de junio de 2015

Destino

Las cartas han sido arrojadas sobre la mesa,
nos controlan crueles e indiferentes a nuestros anhelos.
Con sus hilos de incoherencia,
clavados en nuestros omóplatos.
Nuestras rodillas fallan cuando ellas lo deciden,
nuestro corazón bombea cuando ellas así lo quieren,
nuestros labios arden cuando ellas lo necesitan.
Nos hemos caído y ahogado en un río
cuya corriente, incesable e incansable,
no nos dejará tomar aire jamás.
Nuestros pulmones nunca más podrán respirar.
Y entonces estaremos sublevados.
Encerrados en una espiral de hechos
que acontecen sin cesar,

y que queramos o no estarán más relacionados
de lo que nunca seremos capaces de adivinar,
y de admitir.
La casualidad más caprichosa e irreverente
tal vez haya sido que estés a mi lado.
Porque sabemos con certeza,
que nos vamos a marchar,
a marchitar cuando lleguen los rayos,
a perder en la inmensa marea alta.

Y que no podremos evitar rompernos
para siempre,
cuando el destino sienta el capricho,
de separar nuestras espaldas,
nuestros labios,
nuestras manos,
nuestros huesos,
y nuestras almas.

miércoles, 10 de junio de 2015

La actitud desenfadada llama más la atención cuando estás rodeada de gente.

Me enamoré de ti en ese autobús, Marta (si te llamaras Marta, es lo que te diría). Pero igual podría haberme enamorado de ti en aquel bar donde (no) te vi tomándote una 1925 (si te gustara) y moviendo el pie al ritmo de una estúpida y triste canción de Soko (si esas canciones sonaran en los bares a los que no vas) que tuviera una estúpida y triste consonancia con el día de lluvia (si tal vez no hiciera sol). Si me conocieras, Marta (ya he decidido que no te llamas así, pero por si acaso), quizá apreciarías el sabor amargo de una 1925 y el amargor (aunque no lo saborees igual) de una canción triste sin nadie que la comparta contigo.
Pero se acerca tu parada (si es que fueras a una parada cercana). Tú no sabes nada, no sabes quién soy (supongo), ni mucho menos te acercas a ser lo quien yo creo que eres (si es que yo creyera en algo aún). Pero a tu modo, eres perfecta.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Oda al primer café de la noche.

Me gusta el café solo, sin leche ni azúcar. Me gusta el café sola, por la mañana en el suelo de la cocina; y en buena compañía después. Me gusta el café fuerte, caliente o frío pero fuerte. Me gusta el café a cualquier hora del día o de la noche. Me gusta el café.
Me gusta el café exactamente igual que me gusta la vida.

lunes, 25 de mayo de 2015

Lloré cuando te fuiste, y cuando volviste.

Creo que estáis olvidando que la vida no sigue. La vida no es continua. La vida pasa, y cambia, y se para. Sobre todo se para. La vida te da muy fuerte, para bien y para mal, y se alía con el tiempo para que no te des cuenta. ¿Donde está septiembre? Ahora ya se ha terminado. Y todos los meses que vinieron detrás.
El tiempo ha pasado, yo he tomado mis decisiones y he llegado hasta aquí. Pero después de mil abismos me encuentro con que solo había saltado piedras que casi no se levantaban del suelo. Ahora tengo ante mi el verdadero agujero por donde llegar al centro de la Tierra. O eso parecía hace un segundo, porque la vida (esa arma de destrucción masiva) ha vuelto a hacer de las suyas y ahora estoy en caída libre hacia el suelo. Si es que lo hay.
Qué cerca está todo, y qué lejos están ya ellos... Qué mayores nos hemos hecho con los años, y qué pequeña me siento si no las tengo a mi lado con el uniforme del colegio en los recreos. No me imagino siendo yo la que se va, volviendo a esa estación a despedirme, pero ser yo la que se sube al tren sin haber comprado billete de vuelta. Verlos alejarse por la ventanilla. ¿Qué pensaré en el momento? ¿Habrá si quiera alguien allí despidiéndose o no habré querido molestar con escenas de película de sobremesa en casa de la abuela?  Y la vida, que se aburre demasiado a veces, se ha propuesto que de respuesta a esas preguntas.
Siempre pensé que este día no llegaría nunca, que me rendiría antes. Luego pasó todo, y sentí que de verdad no iba a llegar. Y ahora, quedan tres meses y pocos días para saber qué han sentido ellos cuando era yo la enana que se quedaba sola llorando en la estación.

La vida no es continua, pero continúa. Queramos o no. Es nuestra decisión hacerla valer la pena. +

martes, 7 de abril de 2015

Me fallan las ganas.

Hoy me he quedado sin fuerzas. Será la regla, los estudios (que me están matando este año), el día de mierda que llevo o cualquier otra cosa, pero hoy simplemente no puedo más.
Vuelvo a ti, como siempre, una vez más; a decirte en una entrada lo que no tengo ganas de decirte por chat. Porque nunca tengo ganas de decirte nada por chat. Me parece un medio de comunicación horrible, frío, vacío de sentimiento y expresión. Me comunicaría mejor por tam-tam y además tendría más clase. No, yo quiero hablarte sobre como de bien me he sentido esta mañana cuando me han hablado como si fuera una más, y sobre como de mal me ha sentado la nota de matemáticas. Quiero hablarte sobre el coraje que me dan cosas banales, y sobre lo que me importan otra sarta de estupideces. Pero quiero hablarte sobre eso compartiendo el sofá, la cama, el espacio. No me gusta ese chat. Estoy enfadada con él.
Quiero decirte que te quiero de mil maneras, pero estoy muy cansada como para ponerme a buscar palabras que lo expliquen. Es mucho más fácil darte un abrazo y un beso.
Quiero acostumbrarme a ti.
Acostumbrarme a mí, a las entradas vacías de contenido, a los días que no pueden ser de colores.
Mañana será otro día. Dicen.

martes, 20 de enero de 2015

E pur si muove.

¿Qué hago aquí? Es una pregunta que se acerca bastante a lo que tengo en la cabeza ahora mismo. ¿Por qué estoy escribiendo otra vez? Y además ¿Qué se supone que estoy haciendo a esta hora metida en la cama escribiendo?
Son preguntas, todas ellas, que no me planteo responder. Y así es como puedo definir mi vida en los últimos tiempos. Preguntas que tienen una respuesta a la que no me quiero enfrentar o a la que no puedo llegar.
Doy gracias a que voy a clase todos los días y eso me mantiene una rutina provisional (como todo últimamente) que a duras penas consigue que no me caiga del todo en aturdimiento en el que estoy metida. De no ser por esa rutina no sabría qué día es hoy. Y no penséis que es algo anormal, cualquier científico lo entendería fácilmente, porque la razón de este estado entre el colapso nervioso y la narcolepsia viene tras un cambio en mi sistema de referencia. Lo que yo consideraba quieto, inamovible, eterno y real resultó estar volando a 200 por hora, y yo fui lo bastante tonta como para no cuestionarme hasta que mi mundo se acabó. Tan joven y he sobrevivido a dos bombas nucleares directas a mis sentimientos. Vaya, como para no estar dormida. Mucho más si contamos que yo estaba en el Pentágono firmando mi sentencia de muerte y destrucción.
No se a qué viene todo esto si no es para autoconvencerme de que tengo que seguir adelante como haría un buen científico, reaccionando con sorpresa y localizando nuevos puntos de referencia con los que elaborar un nuevo sistema. Pero yo soy de las que creen que en el amor (como siempre, mi tema estrella) no todo es una reacción química donde se segrega serotonina y no se qué más, que eso es para los demás pero para mí, como lo sufro, es un mundo dentro de otro. Es como las drogas alucinógenas, para todos es una pastilla o un cuadrado de papel duro menos para el que se las toma, que las ve como otro mundo.
No se nada, no soy científica, solo te echo de menos.
Por mucho que sepa que todo es un error mío, sigo intentando demostrar que 2+2 a veces no es 4. Que las cosas cambian. Que los sistemas de referencia antiguos se quedan acumulando polvo en un cajón.
Tal vez las cosas no puedan ir peor, o tal vez estoy vacía porque no pueden ir mejor. O simplemente no van como yo quiero que vayan.
Que le jodan. Te quiero.
(No se si eso es bueno, para ninguna)