miércoles, 10 de junio de 2015

La actitud desenfadada llama más la atención cuando estás rodeada de gente.

Me enamoré de ti en ese autobús, Marta (si te llamaras Marta, es lo que te diría). Pero igual podría haberme enamorado de ti en aquel bar donde (no) te vi tomándote una 1925 (si te gustara) y moviendo el pie al ritmo de una estúpida y triste canción de Soko (si esas canciones sonaran en los bares a los que no vas) que tuviera una estúpida y triste consonancia con el día de lluvia (si tal vez no hiciera sol). Si me conocieras, Marta (ya he decidido que no te llamas así, pero por si acaso), quizá apreciarías el sabor amargo de una 1925 y el amargor (aunque no lo saborees igual) de una canción triste sin nadie que la comparta contigo.
Pero se acerca tu parada (si es que fueras a una parada cercana). Tú no sabes nada, no sabes quién soy (supongo), ni mucho menos te acercas a ser lo quien yo creo que eres (si es que yo creyera en algo aún). Pero a tu modo, eres perfecta.

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