lunes, 25 de mayo de 2015

Lloré cuando te fuiste, y cuando volviste.

Creo que estáis olvidando que la vida no sigue. La vida no es continua. La vida pasa, y cambia, y se para. Sobre todo se para. La vida te da muy fuerte, para bien y para mal, y se alía con el tiempo para que no te des cuenta. ¿Donde está septiembre? Ahora ya se ha terminado. Y todos los meses que vinieron detrás.
El tiempo ha pasado, yo he tomado mis decisiones y he llegado hasta aquí. Pero después de mil abismos me encuentro con que solo había saltado piedras que casi no se levantaban del suelo. Ahora tengo ante mi el verdadero agujero por donde llegar al centro de la Tierra. O eso parecía hace un segundo, porque la vida (esa arma de destrucción masiva) ha vuelto a hacer de las suyas y ahora estoy en caída libre hacia el suelo. Si es que lo hay.
Qué cerca está todo, y qué lejos están ya ellos... Qué mayores nos hemos hecho con los años, y qué pequeña me siento si no las tengo a mi lado con el uniforme del colegio en los recreos. No me imagino siendo yo la que se va, volviendo a esa estación a despedirme, pero ser yo la que se sube al tren sin haber comprado billete de vuelta. Verlos alejarse por la ventanilla. ¿Qué pensaré en el momento? ¿Habrá si quiera alguien allí despidiéndose o no habré querido molestar con escenas de película de sobremesa en casa de la abuela?  Y la vida, que se aburre demasiado a veces, se ha propuesto que de respuesta a esas preguntas.
Siempre pensé que este día no llegaría nunca, que me rendiría antes. Luego pasó todo, y sentí que de verdad no iba a llegar. Y ahora, quedan tres meses y pocos días para saber qué han sentido ellos cuando era yo la enana que se quedaba sola llorando en la estación.

La vida no es continua, pero continúa. Queramos o no. Es nuestra decisión hacerla valer la pena. +

No hay comentarios:

Publicar un comentario